Siempre hay una primera vez. Después de tantos años yendo a El Ávila este domingo me tocó, junto a un grupo de amigos muy querido, hacer una hermosa pero agotadora ruta, partiendo desde la entrada a Sabas Nieves y finalizando en el Humboldt.
Aunque en kilómetros se trató de una distancia de unos 12 kilómetros, la altura ganada fue de 1.835 metros, de acuerdo a mi Garmin.
En compañía de Anabella Gabaldón y su hijo Rodrigo García, Gustavo Santander (Pulga), Helena Travieso, Daniela Decanio, Alejandro Hoyos y Pedro Tapias (El gocho) salimos pocos antes de las 7:00 a.m. De verdad que fue una caminata relajada pero consistente. Una primera parada rápida al llegar a Sabas Nieves para tomar agua y seguir hasta No Te Apures, donde tomamos algún que otro líquido que llevábamos y continuar.
De No Te Apures a La Silla el trayecto se hizo muy largo. Un ascenso sostenido, con un cielo todavía encapotado, pero que aprovechamos para conversar, pues por la pandemia difícilmente uno puede reunirse con la frecuencia de antes para entrenar. En La Silla cargamos energía y a buscar Pico Occidental.
Una pertinaz llovizna y un ambiente tranquilo, con caminos a veces muy selváticos por lo tupido pero con una flora tan colorida y por momentos tan exótica, sirvieron también de compañía. Ese tramo es muy cargado de rocas. Hay que bajar con mucho cuidado y por la lluvia algunas partes estuvieron bastante resbaladizas, pero fue suficiente con llegar a Pico Occidental para olvidar todo. Las nubes por momentos nos permitieron observar con nitidez el estado Vargas. ¡Qué hermosa esa vista! Me hizo recordar la que a veces se aprecia desde El Picacho.
Fue precisamente allí donde Alejandro sacó su cámara para plasmar la larga caminata y el especial día.
Les cuento que después vino un trecho muy duro hasta Lagunazo, porque había que bajar bastante y en muchas ocasiones ayudarse con las manos para descender por las rocas. Es allí donde si llevas los «cauchos lisos» tienes que extremar los cuidados, aunque igual vas a sufrir.
En Lagunazo me encantó observar a grupos de jóvenes acampando y compartiendo entre ellos con canciones y buenas conversas. Recargamos los envases de agua y seguimos bajando hacia El Humboldt, siempre con cuidado, porque el camino es muy rocoso. Antes de llegar al Hotel hay un largo ascenso, que al estar húmedo por la lluvia, hizo que unos cuantos patináramos.
Sin duda una experiencia maravillosa y una primera vez que hay que repetir.
La bajada fue por el teleférico, que está en tres dólares y lamentablemente no disponían de la posibilidad de hacer pago móvil, por lo que si piensa hacer el recorrido debe llevar divisas.
Ya a las 12.15 estábamos en Maripérez.
Además de llevar efectivo también les recomiendo llevar zapatos con buen agarre, hidratación, alguna que otra fruta y muchas ganar de pasar un día desafiante y excepcional.
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