Antes de enfrentar la exigente distancia de 42 kilómetros 195 metros (maratón) conviene a los corredores realizarse la prueba de esfuerzo, un estudio que permite diagnosticar diferentes patologías, sobre todo de tipo coronario.
En ella el atleta es sometido a un test cuyo nivel de exigencia física va en aumento gradual.
Esta prueba, además de determinar el nivel físico, permite diagnosticar enfermedades coronarias (arterias enfermas), problemas en el ritmo cardiaco (arritmias) y también sirve de guía para conocer la eficacia de tratamientos cardiacos, entre otros beneficios.
Su duración es de unos 15-20 minutos, aproximadamente. Antes de comenzar la parte de “estrés” de una prueba de esfuerzo, algunos electrodos son colocados en el pecho, brazos y piernas. Estos se conectarán a una máquina que registrará la actividad eléctrica del corazón.
Durante la prueba, el electro permite ver qué tan rápido el corazón late durante los testeos y ver si su ritmo es constante o irregular.
En ocasiones, además del electrocardiograma, pueden colocar dispositivos para controlar la presión arterial durante el test. Asimismo el atleta/corredor puede ejercitarse respirando por un tubo especial para que los gases que se expiren se puedan medir.
Hay exámenes de esta naturaleza que se realizan sobre una trotadora o en una bicicleta estacionaria.
Durante la prueba de esfuerzo, el especialista va interactuando con el paciente. Es clave la mayor sinceridad al responder.
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